Esta Historia que les voy a contar, sucedió hace mucho
tiempo atrás en la estancia La Guitarra.
Don Julio Hereñu era el re-corredor de hacienda del campo,
estaba encargado de controlar y alertar por la salud de más de mil vacas. Don
Julio recorría el campo a caballo y siempre andaba con sus dos perros que lo
acompañaban donde el fuera.
Después de una
jornada de trabajo, él se sentó en un banco de madera con la pava entre las
piernas y aproveche para acompañarlo (en aquel entonces yo tenía diez años).
Suavemente
se cebo un mate y me miro mientras lo tomaba.
- - ¡Dígame mijito!… ¿qué le anda pasando?- me dijo Don Julio.
Había esperado este momento todo el día para poder
preguntarle.
- ¡Don Julio!..., Hace unos días que estoy
en el campo y no entiendo porque los perros a veces lloran tanto. - le pregunte intrigado.
El me miro preocupado, respiro hondo y espero un momento
como generando intriga. Luego se inclino suavemente hacia mí y me dijo:
-¿Sabe que pasa mijito?… los perros a veces
lloran porque ellos pueden ver al Diablo cuando anda caminando por ahí - me
dijo.
Por un instante quede petrificado.
-¿Que pasa mijito?… ¿porque se ha quedado tan
callado?- me pregunto Don Julio.-
- ¡Nada!… nada…-, le dije.
Mientras recordaba lo cerca que había estado de los perros
cuando estos lloraban... un escalofrió me recorrió el cuerpo, mientras Don Julio
se cebaba otro mate.
De a poco fui entrando en razón y sonreí un poco para disimular.
-¡Déjese de embromar Don Julio!... mire si los perros
van a ver al Diablo, no me tome por tonto- le dije envalentonado.
El me miro serio y movió la cabeza para ambos lados, luego
me quedo mirando fijamente unos segundos y me dijo.
- ¡ Mijito!… Si ud toma entre sus dedos una lagrima
del perro cuando este llora y se la pone en su propio ojo, Ud. mismo podrá ver
al Diablo en persona y comprobara que yo no miento, ¡pruebe!… ¡pruebe!...- Me dijo convencido.
Lo pensé por un rato, pero finalmente desistí de la idea.
De Ignacio Ureta, A
Don julio, que no lo vi más. (Dibujo Lauren de Bacco)