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LA GUITARRA DE ÁRBOLES, PARTE DE SU HISTORIA.
La guitarra es el instrumento, ¡el guitarrero esta arriba!. La Guitarra de arboles es un parque forestado de unas 25 has., la concepción de la idea fue de Graciela Yraizoz (mi madre). Ella en su juventud ansiaba crear un lugar ideal para criar a sus hijos y vivir con Pedro Ureta (su marido), pero el destino no se lo permitió. Al morir Graciela (25), Pedro (35) comenzó con las tareas de la construcción de la guitarra de árboles, allí... en ese pedazo de tierra del sur de Córdoba en donde nada había aún. A Pedro le costaría más de 5 años de arduo trabajo definirla.
La Guitarra esta construida en sus contornos por pinos cipreses californianos de color verde oscuro, las 6 cuerdas de la guitarra están echas con eucaliptos medicinales de un tono característico azulado, el puente al igual que la estrella que decora la boca de la guitarra, están delineadas por pinos cipreses de piña.
Luego de los días de lluvia, al lavarse los árboles, los colores se manifiestan mas intensos y vivos, se puede apreciar entonces que si bien todos los cipreses son verdes, no hay un pino cipres que tenga el mismo color que otro, mostrándose todos los tonos del verde desde el verde más claro al verde más intenso.
Cuando los árboles fueron plantados tenían entre 15 y 25 cm, al plantarlos de este tamaño sus raíces no están enroscadas en las macetas que los contienen y esto en teoría les permite un crecimiento mas rápido y fuerte, pero como contrapartida los hace vulnerables al daño por las liebres y cuises.
Desde adentro de la guitarra, por su inmensidad, uno pierde la perspectiva y difícilmente sepa en que lugar de la guitarra se encuentre, incluso, ni siquiera percibe que se encuentra en un parque que tiene forma de guitarra. Estos comentarios y sensaciones son los que nos hacen las personas que la visitan por primera vez sorprendidas.
Hoy luego de 35 años de la muerte de Graciela, la guitarra alcanza su madurez de forma y tamaño, con contornos y detalles perfectamente definidos.
La Guitarra se expresa desde el aire como un dibujo natural inmenso, de precisión y detalle, llevando al observador al asombro desde cada perspectiva que se la contempla.
La Guitarra de árboles tiene en su trasfondo una historia de amor y drama. Al crear la pagina web (http://www.laguitarradearboles.com.ar/) y el BLOG lo que buscamos es dar a conocer datos, anécdotas y fotos viejas y nuevas. Desde el Blog y la página vemos la respuesta que va teniendo esta obra y su historia, dependiendo de esa respuesta existen algunos proyectos de difusión de la guitarra y su historia para el futuro.

La respuesta de los lectores es tan variada que nos lleva a crear la pagina en donde la idea, es mantener actualizado el presente de La Guitarra de árboles, contando lo que sucede con la difusión que se va alcanzando.

Autor: Ignacio Ureta, para La Guitarra de árboles.(TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS).


Si te interesa leer esta historia -contada por los protagonistas-, llena de detalles y anécdotas; o ver fotos inéditas de La Guitarra de Árboles, contactanos por mail y nosotros te responderemos a la brevedad.

Visitá nuestro sitio web oficial: http://www.laguitarradearboles.com.ar/ , No te pierdas nuestro video http://www.youtube.com/watch?v=1aHq0y0in2

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lunes, 10 de marzo de 2014

Una Guitarra de 7000 árboles para ver desde el cielo. 10/05/2011

Los pilotos miran a menudo con incredulidad cuando vuelan por primera vez sobre esta localidad en las fértiles pampas. Allí, en la monótona llanura, hay una arboleda de cipreses y eucaliptos en forma de una gigantesca guitarra. Tiene aproximadamente un kilómetro de largo.

En medio de la llanura de General Levalle, Córdoba, una arboleda de cipreses y eucaliptos conforma una enorme guitarra de aproximadamente un kilómetro de largo.

"Es increíble ver un diseño tan cuidadosamente planeado, a tanta distancia abajo", dice Gabriel Pindek, piloto comercial de Austral Líneas Aéreas, según publicó el diario Mdzol.com. Y agregó "No hay otra cosa así".

Es obra de Pedro Martín Ureta, un productor agropecuario de 70 años. La hizo para conmemorar a su difunta esposa, Graciela Yraizoz, quien murió en 1977 a los 25 años.



En su juventud, Ureta era bohemio. Viajó por Europa  y se codeó con artistas y revolucionarios. Pero al regresar al país a los 28 años, en la década del 60, su corazón quedó cautivado por el de Yraizoz, una joven de apenas 17 años en aquel entonces.

Según contó Ureta, el párroco local casi se niega a celebrar el casamiento entre la joven pareja porque no creía que el muchacho se comprometiera con los votos de la sagrada unión como amar a Yraizoz "todos los días" de su vida.  Pero demostró al religioso que estaba equivocado y la unión fue feliz, aunque breve.

"Ella era muy emprendedora, vivía haciendo cosas", dice Soledad, de 38 años, uno de los cuatro hijos del matrimonio, y agregó: "Ella ayudó a guiar a mi papá. Vendía ropa".

Un día durante un vuelo sobre la llanura pampeana, Yraizoz vio desde el aire un campo que parecía un balde, cuentan sus hijos. En ese momento, se inspiró y decidió que la finca de la familia tomaría forma de una guitarra, un instrumento que adoraba.

"Mi padre era muy joven, y estaba ocupado con su trabajo y sus propios planes", dice su hijo menor, Ezequiel, de 36 años. "Él decía 'después, hablemos después'".

Un día en 1977, Yraizoz se desmayó. Había sufrido una ruptura de aneurisma cerebral y al poco tiempo falleció, mientras llevaba en el vientre a quien hubiera sido el quinto hijo de la pareja.

Ureta cuenta que desde ese momento, orientó su vida en una dirección más filosófica, se retrajo del mundo exterior y comenzó a leer sobre el budismo. Ureta parafrasea un verso del cantautor y escritor Atahualpa Yupanqui que le quedó grabada en la cabeza: "Galopaba mucho y lo mismo llegué tarde".

Años después de la muerte de su esposa, Ureta decidió cumplir con sus deseos sobre el diseño de la estancia y, tras consultar a varios paisajistas que quedaron desconcertados con el proyecto que les proponía, se hizo cargo del trabajo.

Entre toda la familia plantaron los árboles, que no fue una tarea fácil. "Es una zona semiárida y hay vientos fuertes y sequías", dice Ureta. "Tuve que sembrar y resembrar y casi abandoné el proyecto".

Finalmente, a Ureta se le ocurrió cómo hacer para que los árboles más jóvenes crecieran y según cuenta su hija María Julia, de 39 años, fue lo más parecido a que su madre volviera a vivir.

Mientras cuidaba los árboles, el hombre criaba a sus cuatro hijos. Cada día, manejaba unos 15 kilómetros en su camioneta para llevarlos a la escuela y cuando se quedaba trabada en el barro durante la temporada de lluvias, usaba un caballo para sacarla.

Hoy, el hijo mayor, Ignacio, de 42 años, es ingeniero; María Julia es representante farmacéutica; Soledad es profesora de educación especial; y Ezequiel es veterinario. Tiene nueve nietos.

Después de un largo tiempo, Ureta logró rehacer su vida con María de los Ángeles Ponzi, que está a cargo de la farmacia del pueblo. Ella dice que aprecia la belleza del tributo a la primera esposa de su pareja. Ureta nunca ha visto la gran guitarra desde el cielo, excepto en fotos. Teme volar.

            Entrevista otorgada al periodico The wall street journal